LA SALVACIÓN DE DIOS
Iniciamos este nuevo contenido –que finaliza el ciclo «Vivir como Jesús»–, dando continuidad al contenido anterior en el que hablábamos de manera muy general de cómo, mediante esa extraordinaria obra de amor que es la justificación, Dios borra nuestros pecados, nos hace justos y santos en todo nuestros ser. En esta nueva entrega ahondaremos algo más en este tema fundamental para todo cristiano.
1. Introducción
San Pablo declara: «Todos pecaron y están privados de la gloria de Dios» (Rom 3,23). El pecado no puede existir ante Dios, que es completamente justicia y verdad. Si el pecado es digno de la nada, ¿qué pasa con el pecador? (YOUCAT 337) Ante este panorama desolador estaríamos perdidos si no fuera, de nuevo, por el amor infinito del Creador hacia sus criaturas, pues Dios ha encontrado una vía que aniquila el pecado y salva al pecador, devolviéndole a su sitio, es decir, lo vuelve a hacer justo. Por eso, desde antiguo, la redención también se denomina justificación. Un hombre no se hace justo por sus propias fuerzas, no puede perdonarse el pecado ni liberarse de la muerte. Para ello, debe actuar Dios en nosotros y además por misericordia, no porque lo mereciéramos.
Dios nos regala en el Bautismo «la justicia de Dios por la fe en Jesucristo» (Rom 3,22). Por el Espíritu Santo, que ha sido derramado en nuestros corazones, morimos al pecado y nacemos a la vida nueva en Dios (YOUCAT 338).
2. ¿Qué es la gracia?
Llamamos gracia al acercamiento gratuito amoroso de Dios a nosotros. «La gracia –dice el papa Benedicto XVI– es ser contemplado por Dios, ser tocado por su amor». La gracia no es un objeto, sino la comunicación de sí mismo que Dios hace a los hombres.
La gracia nos ha sido infundida de lo alto y no se puede explicar por causas intramundanas (gracia sobrenatural). Nos convierte en hijos de Dios –especialmente por el Bautismo– y herederos del cielo (gracia santificante o divinizadora). Nos otorga una inclinación interior permanente al bien (gracia habitual). La gracia nos ayuda a conocer, querer y hacer todo lo que conduce al Bien, a Dios y al cielo (gracia actual). La gracia se da de modo especial en los sacramentos (gracia sacramental). También se muestra en especiales dones de gracia que se conceden a cristianos individuales —carismas— o en fuerzas especialmente prometidas al estado del matrimonio, del Orden y al estado religioso (gracia de estado).
Sin embargo, a la oferta de la gracia se puede también decir que no, pues la gracia de Dios sale al encuentro del hombre en libertad, aunque la gracia no es nada exterior o extraño al hombre, pues es aquello que desea en realidad en los más íntimo de su ser. Dios, al movernos mediante su gracia, se anticipa a la respuesta libre del hombre.
Finalmente, ningún hombre puede alcanzar el cielo por sus propias fuerzas, pues por más que seamos salvados por la gracia y por la fe, tanto más debe mostrarse en nuestras buenas obras el amor que hace brotar la acción de Dios en nosotros.
3. ¿Qué es la santidad?
Todo hombre se hace preguntas como: ¿quién soy yo?, ¿para qué estoy aquí?, ¿cómo puedo ser yo mismo?... La fe responde que sólo en la santidad llega el hombre a ser aquello para lo que lo creó Dios. Sólo en la santidad encuentra el hombre la verdadera armonía consigo mismo y con su Creador. Pero la santidad no es una perfección hecha a la medida de uno mismo, sino la unión con el amor hecho carne, que es Cristo (YOUCAT 342).
4. La Iglesia
a. ¿Cómo nutre la Iglesia la vida moral del cristiano?
La Iglesia es la comunidad donde el cristiano acoge la Palabra de Dios y las enseñanzas de la «Ley de Cristo» (Ga 6,2); recibe la gracia de los sacramentos; se une a la ofrenda eucarística de Cristo, transformando así su vida moral en un culto espiritual; aprende del ejemplo de santidad de la Virgen María y de los santos (CCIC 429).
La fe es un camino, pero cómo se mantiene uno en este camino, es decir, cómo se vive de forma justa y buena, pues no siempre se puede deducir de las indicaciones del Evangelio una respuesta nuestra a una determinada circunstancia. No existe una doble verdad, lo que es correcto desde el punto de vista humano no puede ser falso desde el punto de vista cristiano; y viceversa, lo que es correcto para el cristiano, no puede ser falso humanamente. Por eso la Iglesia debe pronunciarse acerca de todas las cuestiones morales.
b. ¿Qué son y qué finalidad tienen los preceptos de la Iglesia?
En esta dirección, la Iglesia establece una serie de preceptos que tienen por finalidad garantizar que los fieles cumplan con lo mínimo indispensable en relación al espíritu de oración, a la vida sacramental, al esfuerzo moral y al crecimiento en el amor a Dios y al prójimo.
c. ¿Cuáles son los preceptos de la Iglesia?
Los preceptos o mandamientos de la Iglesia son cinco:
1. Participar en la Misa todos los domingos y fiestas de guardar, y no realizar trabajos y actividades que puedan impedir la santificación de estos días.
2. Confesar los propios pecados, mediante el sacramento de la Reconciliación al menos una vez al año.
3. Recibir el sacramento de la Eucaristía al menos en Pascua.
4. Abstenerse de comer carne y observar el ayuno en los días establecidos por la Iglesia.
5. Ayudar a la Iglesia en sus necesidades materiales, cada uno según sus posibilidades.
2. Confesar los propios pecados, mediante el sacramento de la Reconciliación al menos una vez al año.
3. Recibir el sacramento de la Eucaristía al menos en Pascua.
4. Abstenerse de comer carne y observar el ayuno en los días establecidos por la Iglesia.
5. Ayudar a la Iglesia en sus necesidades materiales, cada uno según sus posibilidades.
d. ¿Por qué la vida de moral de los cristianos es indispensable para el anuncio del Evangelio?
La vida moral de los cristianos es indispensable para el anuncio del Evangelio, porque, conformando su vida con la del Señor Jesús, los fieles atraen a los hombres a la fe en el verdadero Dios, edifican la Iglesia, impregnan el mundo con el espíritu del Evangelio y apresuran la venida del Reino de Dios.
5. Reflexión YOUCAT
«Ser santo no es oficio de pocos ni una pieza de museo. La santidad ha sido en todo tiempo la sustancia de la vida cristiana.»
Don Luigi Giussani
(1922-2005, sacerdote italiano,
fundador de Comunión y Liberación)
6. Lecturas recomendadas
- SANTA BIBLIA: (Rom 3); (Gal 6)
- COMPENDIO DEL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA: 392-422
- YOUCAT: 333-347; 121-145