domingo, 31 de mayo de 2020

4. Lo que creemos (III) [23/11/19]

1. Creo en Jesucristo, Hijo único de Dios

Seguimos con la explicación del símbolo de la fe Niceno-Constantinopolitano. En entradas anteriores hemos visto los aspectos más relevantes de la Primera Persona de la Santísima Trinidad, ahora comenzamos a profundizar en lo más significativo de la Segunda Persona.

La «Buena Nueva»

Hay un término entre los cristianos que utilizamos constantemente: «Evangelio». Posiblemente, y en el mayor número de ocasiones, en referencia a los libros contenidos en el Nuevo Testamento. Sin embargo, su significado tiene una connotación más profunda. La palabra «evangelio» deriva del griego «ευαγγέλιο [euaggélion]» y significa literalmente «buen anuncio», «buena noticia». Era utilizada cuando un mensajero traía una buena noticia de otros lugares.
Para los cristianos la «Buena Nueva» es el anuncio del «kerigma», es el primer anuncio de las verdades de la fe, es decir, el centro de la fe cristiana. Los discípulos, tras la muerte de Jesús, salieron por las ciudades y poblados anunciando el kerigma del Reino de Dios que, en las Escrituras, se resume así: Jesús de Nazaret murió, resucitó y fue exaltado a la derecha de Dios Padre.
Entre los apóstoles, san Pablo es llamado muchas veces el gran misionero kerigmático, ya que él supo más que nadie proponer las bases del Evangelio y el nombre de Jesús a muchos pueblos y muchas culturas diferentes. El kerigma cristiano consiste en la presentación de Jesús con su tres grandes títulos: Salvador, Señor y Mesías.
Así pues, la «Buena Nueva» contenida en el Evangelio es la mejor noticia del mundo, porque testimonian que Jesús de Nazaret, judío nacido en Belén es el «Hijo del Dios vivo» (Mt 16,16), hecho hombre, que fue enviado por el Padre para que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.

Difusión evangélica

Desde un primer momento, como ya hemos visto, los discípulos de Jesús desearon ardientemente anunciar a Cristo, a fin de llevar a todos los hombres a la fe en Él. También hoy, el deseo de evangelizar y catequizar, es decir, de revelar en la persona de Cristo todo el designio de Dios, y de poner a la humanidad en comunión con Jesús, nace de ese conocimiento amoroso de Cristo. (Compendio CIC, 80)


2. «Creo en Jesucristo, su único hijo, nuestro Señor...»

Jesucristo, significado

Antes de proseguir, vamos a estudiar el significado del término «Jesucristo» compuesto por «Jesús» y «Cristo».
El nombre «Jesús» significa «Dios salva». 
El término «Cristo» (en griego) y Mesías (en hebreo) significan lo mismo, es decir, «Ungido».
Por lo tanto, Jesucristo, es el Mesías, el Elegido, ungido por el Espíritu Santo para su misión redentora.

Jesucristo, Unigénito

Son muchos los pasajes donde el Evangelio nos habla de Jesús como el Hijo Único de Dios, veamos alguno de ellos: Bautismo en el Jordán: «Este es mi hijo, en quien me complazco» (Mt 3,17); Transfiguración en el Tabor: «Este es mi Hijo, el amado, en quien me complazco. Escuchadlo» (Mt 17,15); «Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito» (Jn 3,16)

nuestro Señor

«Señor» en el Antiguo Testamento es una denominación reservada para dirigirse a Dios. «Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor” y decís bien, porque lo soy» (Jn 13,13). Además, fueron numerosísimos los signos –los milagros, las curaciones, los prodigios...–,   (milagros, curaciones…), su Enseñanza –«...estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad y no como los escribas.» (Mt 1,22), su gloriosa Resurrección, todo ello son señas inequívocas de divinidad, por eso Jesucristo es Nuestro Señor. 


3. «…y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen,…»

Hemos de entender la «Encarnación» como el Misterio de la unión admirable de la naturaleza divina y la naturaleza humana de Jesús en la única persona divina del Verbo (2ª Persona de la Santísima Trinidad).
Pero, ¿porqué se encarnó Dios?, es decir, ¿por qué se rebajó a la condición humana? «Por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación, bajó del cielo», para hacernos posible la reconciliación con el Padre. 
¿Porqué se encarnó en una virgen, María? Se necesitaba un recipiente puro, para recibir a lo más puro, por ello, Dios preservó a María del pecado desde su concepción, lo que se denomina como su Inmaculada Concepción, y además concibió a Jesús por el poder del Espíritu Santo, sin concurso de varón), por lo que fue siempre Virgen –antes, durante y después del parto– y Madre de Dios. ¿Y madre nuestra? También, porque Cristo nos la dio como madre: «Mujer ahí tienes a tu hijo».«Ahí tienes a tu madre» (Jn 19, 26b-27a).


4. Verdadero Dios y Verdadero Hombre

En Jesús, Dios se ha hecho realmente uno de nosotros y con ello nuestro hermano; pero no por ello dejó de ser a la vez Dios y por tanto nuestro Señor. El Concilio de Calcedonia, celebrado en 451, declaró que la divinidad y la humanidad están unidas entre sí en la única persona de Jesucristo «sin confusión ni división» (77, YOUCAT). Es decir, que Jesús es cosubstancial con el Padre desde su Divinidad, y cosubstancial con nosotros desde su Humanidad (Compendio CIC, 88), «en todo semejante a nosotros excepto en el pecado» (Hb 4,15).


5. Nacimiento e infancia de Jesús

En este apartado repasaremos los momentos más destacables del Evangelio sobre las circunstancias que rodearon el nacimiento y la infancia de Jesús. Y para ello utilizaremos alternativamente los evangelios de San Lucas y San Mateo que es en los únicos donde se hace referencia a esta primera etapa de la vida de Jesús.

Anunciación de María 

«En el mes sexto, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: "Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo". Ella se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le dijo: "No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin". Y María dijo al ángel: "¿Cómo será eso, pues no conozco varón?". El ángel le contestó: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios. También tu pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible". María contestó: "He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra". Y el ángel se retiró (Lc 1,26-38).

La visitación a su prima Isabel

«En aquellos mismos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel de Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó: "¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá". María dijo (Magnificat): "Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humildad de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia —como lo había prometido a nuestros padres— en favor de Abrahán y su descendencia por siempre". María se quedó con ella unos tres meses y volvió a su casa.» (Lc 1, 39-56).

Nacimiento en Belén

«Y tú, Belén Efratá, pequeña entre los clanes de Judá, de ti voy a sacar al que ha de gobernar Israel» (Mi 5,2).
«Sucedió en aquellos días que salió un decreto del emperador Augusto, ordenando que se empadronase todo el Imperio. Este primer empadronamiento se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. Y todos iban a empadronarse, cada cual a su ciudad. También José, por ser de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama Belén, en Judea, para empadronarse con su esposa María, que estaba encinta. Y sucedió que, mientras estaban allí, le llegó a ella el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada. En aquella misma región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño. De repente un ángel del Señor se les presentó; la gloria del Señor los envolvió de claridad, y se llenaron de gran temor. El ángel les dijo: "No temáis, os anuncio una buena noticia que será de gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre". De pronto, en torno al ángel, apareció una legión del ejército celestial, que alababa a Dios diciendo: "Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad". Y sucedió que, cuando los ángeles se marcharon al cielo, los pastores se decían unos a otros: "Vayamos, pues, a Belén, y veamos lo que ha sucedido y que el Señor nos ha comunicado". Fueron corriendo y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores. María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.» (Lc 2,1-20).

Adoración de los Magos 

«Habiendo nacido Jesús en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: "¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo". Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó y toda Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías."Ellos le contestaron: «En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta: 'Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ni mucho menos la última de las poblaciones de Judá, pues de ti saldrá un jefe que pastoreará a mi pueblo Israel'". Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles: "Id y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo". Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino y, de pronto, la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se retiraron a su tierra por otro camino.» (Mt 2,1-15).

Profecía de Simeón 

«Cuando se cumplieron los días de su purificación, según la ley de Moisés, lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: "Todo varón primogénito será consagrado al Señor", y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: "un par de tórtolas o dos pichones". Había entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo estaba con él. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Y cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo acostumbrado según la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: "Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel". Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: "Este ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; y será como un signo de contradicción —y a ti misma una espada te traspasará el alma—, para que se pongan de manifiesto los pensamientos de muchos corazones."»(Lc 2,22-35) .

Huida a Egipto 

«Cuando ellos (los magos) se retiraron, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: "Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo". José se levantó, tomó al niño y a su madre, de noche, se fue a Egipto y se quedó hasta la muerte de Herodes para que se cumpliese lo que dijo el Señor por medio del profeta: "De Egipto llamé a mi hijo". Al verse burlado por los magos, Herodes montó en cólera y mandó matar a todos los niños de dos años para abajo, en Belén y sus alrededores, calculando el tiempo por lo que había averiguado de los magos. Entonces se cumplió lo dicho por medio del profeta Jeremías: "Un grito se oye en Ramá, llanto y lamentos grandes; es Raquel que llora por sus hijos y rehúsa el consuelo, porque ya no viven". Cuando murió Herodes, el ángel del Señor se apareció de nuevo en sueños a José en Egipto y le dijo: "Levántate, coge al niño y a su madre y vuelve a la tierra de Israel, porque han muerto los que atentaban contra la vida del niño". Se levantó, tomó al niño y a su madre y volvió a la tierra de Israel. Pero al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea como sucesor de su padre Herodes tuvo miedo de ir allá. Y avisado en sueños se retiró a Galilea y se estableció en una ciudad llamada Nazaret. Así se cumplió lo dicho por medio de los profetas, que se llamaría nazareno.»(Mt 2,13-23).

Infancia en Nazaret 

«El niño, por su parte, iba creciendo y robusteciéndose, lleno de sabiduría; y la gracia de Dios estaba con él. Sus padres solían ir cada año a Jerusalén por la fiesta de la Pascua. Cuando cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres. Estos, creyendo que estaba en la caravana, anduvieron el camino de un día y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén buscándolo. Y sucedió que, a los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba. Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre: "Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados". Él les contestó: "¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?". Pero ellos no comprendieron lo que les dijo. Él bajó con ellos y fue a Nazaret y estaba sujeto a ellos. Su madre conservaba todo esto en su corazón. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres.» (Lc 40,52).

Vida oculta de Jesús

Durante su vida oculta en Nazaret, Jesús permaneció en el silencio de una existencia ordinaria . Nos permite así entrar en comunión con Él en la santidad de una vida cotidiana, hecha de oración, sencillez, trabajo y amor familiar. La sumisión a María y a José, su padre legal, es imagen de la obediencia filial de Jesús al Padre. María y José, con su fe, acogen el Misterio de Jesús, aunque no siempre lo comprendan (Compendio CIC, 104).


6. Reflexión YOUCAT

LEE EL SIGUIENTE TEXTO Y MEDITA SOBRE ÉL PARA, POSTERIORMENTE COMPARTIR TUS REFELXIONES.
«Habla de Cristo cuando te pregunten por Él. ¡Pero vive de tal modo que te pregunten por Él!»
PAUL CLAUDEL (1868-1955) 

Poeta y dramaturgo francés 



7. Lecturas complementarias recomendadas

- SANTA BIBLIA: Mt 1, 21; Jn 1,1-18; Lc 1, 26-38; Lc 2,51-52
- CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA: 422-511
- YOUCAT: 71-86



8. Cuestionario para valorar la comprensión del tema



martes, 26 de mayo de 2020

5. Lo que creemos (IV) [18/12/19]


VIDA PÚBLICA DE JESÚS

1. Bautismo de Jesús
¿Qué significa «bautizar»? Bautizar significa «sumergir».
Para todo cristiano, el término «bautismo» va asociado ineludiblemente al último de los profetas, Juan el Bautista. Primo de Jesús –María era prima de Isabel, madre de Juan, por lo tanto, Jesús, hijo de María, era primo de Juan– que había nacido seis meses antes que Jesús y que, después de una vida de ascetismo, viviendo en el desierto y alimentándose de saltamontes y miel silvestre, anunciaba la proximidad del Reino de los Cielos «predicando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados» (Lc 3,3). 
Juan bautizaba con agua a todo el que se arrepentía de sus pecados a las orillas del Jordán preparando el camino del Señor: «Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego; en su mano tiene el bieldo para aventar su parva, reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga» (Lc 3,16-17).
Cierto día, viendo Juan que Jesús se dirigía hacia él, exclamó: «Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo...» (Jn 1,29). 
Pero, realmente Jesús necesitaba bautizarse? Evidentemente no, pues Jesús era en todo igual a los hombres excepto en el pecado, sin embargo, Jesús viene a cargar con nuestros pecados y librarnos de la muerte, para ello ha de llevar a cabo la inmersión en la muerte para redimirnos del pecado, y volver a la vida, venciendo a la muerte, resucitando de entre los muertos por el poder de Su Padre.

2. Tentaciones en el desierto
Antes de iniciar su vida pública, y después del bautismo en el Jordán, se retira al
desierto, para orar y ayunar durante 40 días.
Jesús, desde su naturaleza humana, también es tentado como nosotros. Veamos cómo el diablo intenta hacer fracasar la misión de Jesús mediante tres tentaciones recogidas en el evangelio de Mateo:
«Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al fin sintió hambre. El tentador se le acercó y le dijo: "Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes". Pero él le contestó: Está escrito: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”». Entonces el diablo lo llevó a la ciudad santa, lo puso en el alero del templo y le dijo: "Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: 'Ha dado órdenes a sus ángeles acerca de ti y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras'. Jesús le dijo: También está escrito: “No tentarás al Señor, tu Dios”. De nuevo el diablo lo llevó a un monte altísimo y le mostró los reinos del mundo y su gloria, y le dijo: "Todo esto te daré, si te postras y me adoras". Entonces le dijo Jesús: Vete, Satanás, porque está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto”». Entonces lo dejó el diablo, y he aquí que se acercaron los ángeles y lo servían. (Mt 4,2-11)

3. Proclamación del Reino de Dios
Aunque Jesús proclamó el Reino de Dios a lo largo y ancho de todo Israel, fue en el Sermón de la Montaña donde dejó establecidas las bases para alcanzarlo, es el núcleo central del mensaje de Jesús.
Las Bienaventuranzas:
1. Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
2. Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra.
3. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
4. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.
5. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
6. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
7. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
8. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
9. Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa.
Alegraos y regocijaos porque vuestra recompensa será grande en los cielos. (Mt 5, 3-11)

4. Milagros de Jesús
En la época de Jesús eran relativamente frecuentes los milagros, como por ejemplo el célebre taumaturgo Apolonio de Tiana (Capadocia 3 a.C., Éfeso 97 d.C.). No obstante, los milagros de Jesús fueron tan extraordinarios que multitudes lo seguían incluso llegaron a vislumbrar en Él al Mesías. Pero, ¿cómo podemos asegurar la autenticidad de los milagros de Jesús? Son varias las razones que nos inducen a pensar en su autenticidad, veamos las más evidentes:
1. Fueron realizados en lugares públicos, a la vista de todos, incluso de sus enemigos, los miembros del Sanedrín.
2. Les fueron realizados a personas conocidas por el pueblo, incluso por su nombre (como la curación del ciego Bartimeo).
3. A diferencia de aquellos que pedían a cambio alguna recompensa por la realización de curaciones milagrosas, Jesús realizaba sus milagros por amor.
4. Y un rasgo característico en los milagros de Jesús es que estaban fundamentados en la fe del destinatario o de sus familiares, como fue el caso del centurión: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano» (Mt 8,8).

5. Discípulos y Apóstoles
Es habitual no distinguir entre las palabras discípulos y apóstoles, veámos cual es su diferencia:
Discípulos
Los discípulos de Jesús eran  hombres y mujeres que le seguían y que le acompañaban en su desplazamientos, escuchaban su doctrina, eran testigos directos de sus enseñanzas y de sus milagros y aprendían cosas nuevas sobre el Reino de Dios.
Apóstoles
Los 12 apóstoles fueron elegidos por Jesús de entre los discípulos. Serán los continuadores de la labor evangélica iniciada por Jesús, testigos de la resurrección y enseñarán, curarán enfermos, consolarán a la gente, expulsarán demonios… Fueron: Simón (Pedro), su hermano Andrés; Felipe y Bartolomé; Mateo y Tomás; Santiago y Juan, hijos de Alfeo, y Simón, Cananeo; Judas, el hijo de Santiago, Tadeo y Judas Iscariote, que fue el traidor.
Eligieron sucesores para su ministerio nombrando obispos, presbíteros y diáconos para continuar la labor evangélica hasta nuestros días.


6. Reflexión YOUCAT
«En ningún lugar del mundo ha sucedido un milagro tan grande como en la cueva de Belén: aquí se han unido Dios y el hombre.»
TOMÁS DE KEMPIS
(1379/1380-1471)
Místico alemán autor del libro La imitación de Cristo

7. Lecturas complementarias recomendadas
- SANTA BIBLIA: Mt 4,1-11; Lc 4,1-13; Mt 5,1-12
- CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA: 1716-1729
- YOUCAT: 87-92

8. Cuestionario para valorar la comprensión del tema




miércoles, 20 de mayo de 2020

6. Lo que cremos (V) [14/1/20]

PASIÓN Y MUERTE DE CRISTO

1. Transfiguración en el Monte Tabor
Antes de abordar el tiempo de la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo, hemos de meditar sobre un acontecimiento fundamental para que sus discípulos llegaran a comprender el significado de los últimos momentos de la vida de Jesús y su posterior resurrección. Me refiero al episodio del Monte Tabor en presencia de Pedro, Juan y Santiago.
Este hecho de la vida de Jesús es narrado por los tres evangelios sinópticos –es decir, que presentan una misma perspectiva de la vida y predicación de Jesús–, a saber: Mateo, Marcos y Lucas. Sin embargo, como los tres son muy similares, vamos a transcribir únicamente el de Mateo que es el más completo –para más información ver Mc 9,2-10 y Lc 9,28-36– y dice así:
«Seis días más tarde, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y subió con ellos aparte a un monte alto. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. De repente se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: "Señor, ¡qué bueno es que estemos aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías". Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y una voz desde la nube decía: "Este es mi Hijo, el amado, en quien me complazco. Escuchadlo". Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: "Levantaos, no temáis". Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo. Cuando bajaban del monte, Jesús les mandó: "No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos".» (Mt 17,1-9)
Esta experiencia vivida por Pedro, Juan y Santiago va a ser crucial para fortalecer su fe y su esperanza –y la de sus compañeros–, ayudándolos a soportar y comprender la muerte y, sobre todo, la Resurrección de Jesucristo, Nuestro Señor.

2. ¿Qué entendemos por la Pasión de Cristo?
(Lat. passio=dolor, enfermedad)
En términos cristianos, la Pasión de Cristo es todo el proceso de sufrimiento moral y físico que sufrió Jesús desde el huerto de Getsemaní hasta la crucifixión en el monte Calvario. No obstante, hay autores que consideran que Jesús sufrió la Pasión a lo largo de toda su vida.

3. Jesús anuncia su propia Pasión y muerte
Jesús anunció a sus discípulos, en varias ocasiones, su Pasión y Muerte:
«Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día». (Mt 16, 21)
«El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres, lo matarán, pero resucitará al tercer día». (Mt 17,22-23)
«Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, y lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles, para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen; y al tercer día resucitará». (Mt 20,18-19)

Además de las citas del inicio del texto en el Monte Tabor, en los evangelios de Mateo y Marcos.
A pesar de estos anuncios, los discípulos de Jesús no entendían –o no querían entender– sus palabras, pues tenían sus propias ideas de cómo iba a acabar aquello, en cualquier caso nada parecido a lo que Jesús les anunciaba y a lo que finalmente ocurrió.

4. Última Cena (noche del Jueves Santo)
Al igual que la Transfiguración en el Monte Tabor preparó a los apóstoles para los acontecimientos después de la Muerte de Jesús, no podemos pasar por alto los momentos justamente anteriores al comienzo de los momentos de la Pasión, me refiero a la Última Cena –celebración de la cena de Pascua–, pues en ella suceden una serie de eventos que marcarán el devenir de la Iglesia en ciernes (ver Mt 26,17-19; Mc 14,12-15 y Lc 22,7-13).
Los judíos celebran la liberación de Israel del yugo egipcio mediante su fiesta de Pascua – comienza el 15 de Nisan y dura 8 días, lo que en el calendario gregoriano equivale al inicio de la primavera–.
«El primer día de los Ácimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: "¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?". Él contestó: "Id a la ciudad, a casa de quien vosotros sabéis, y decidle: El Maestro dice: mi hora está cerca; voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos”» (Mt 26, 17-19).
Una vez reunidos para celebrar la cena de Pascua, Jesús sorprende con un gesto de humildad y de grandeza, al mismo tiempo, el llamado «lavatorio de pies»: «y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido» (Jn 13,3-5). Más adelante Jesús les pregunta: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros: os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis. En verdad, en verdad os digo: el criado no es más que su amo, ni el enviado es más que el que lo envía» (Jn 13,12-16). 
Con esta nueva enseñanza Jesús nos está diciendo con su ejemplo que si el Hijo de Dios puede ser servicial y humilde lavando los pies a sus discípulos, los seres humanos también somos capaces de hacerlo guiados por el amor.
Es tradición en la Pascua judía el sacrificio de un cordero pascual, es decir, exento de toda mancha. Sin embargo, Jesús, en ésta su última cena, instituye el sacramento de la Eucaristía pues anticipa su propia inmolación pues Él es el verdadero cordero Pascual que quita el pecado del mundo. Con esta inmolación establece la reconciliación definitiva entre Dios y el hombre, su Alianza Eterna: «Mientras comían, Jesús tomó pan y, después de pronunciar la bendición, lo partió, lo dio a los discípulos y les dijo: "Tomad, comed: esto es mi cuerpo". Después tomó el cáliz, pronunció la acción de gracias y dijo: "Bebed todos; porque esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos para el perdón de los pecados."» (Mt 26,26-28) 
Asimismo, durante el transcurso de la cena, Jesús instituye el sacramento del orden sacerdotal cuando pide a sus discípulos: «Haced esto en memoria mía». (Lc 22,19)

5. Acontecimientos de la Pasión
Todo este proceso de la Pasión contiene una serie de acontecimientos que han de ser motivo de meditación permanente de todo cristiano para profundizar en estos misterios insondables, bien mediante oraciones que los contienen –Misterios Dolorosos del Santo Rosario y el Via Crucis–, bien recreándolos en nuestra imaginación. 
Los principales momentos de la Pasión son los siguientes: 
  • La oración en el huerto de Getsemaní
  • El prendimiento por la guardia del Sanedrín precedido de la traición de Judas
  • El juicio en el Sanedrín, donde se condena a muerte a Jesús por el sumo sacerdote Caifás y la mayoría de sus miembros
  • La presentación de Jesús ante el gobernador romano Poncio Pilato
  • El intento por parte de Pilato de quitarse de encima la «embarazosa» situación mandando a Jesús a que lo juzgara Herodes –pues era galileo y Galilea era jurisdicción de Herodes–.
  • El regreso de vuelta a Pilatos al no haberle encontrado culpa alguna.
  • La flagelación
  • La coronación de espinas
  • La condena a muerte en la cruz
  • La subida al Calvario cargando con la cruz
  • La crucifixión y muerte de Cristo.
Posteriormente a la Muerte de nuestro Señor, podemos hacernos una idea de la desolación de su Madre la Santísima Virgen María, la de las mujeres que la acompañaban y la de Juan, el discípulo amado. ¿Cómo iban a bajar a Jesús clavado en la cruz?, pues estaban solos, sus otros discípulos y seguidores habían huido... Pues bien, de nuevo la Providencia Divina hace que alguien se compadezca de ellos ofreciéndoles su servicio. Es el caso de José de Arimatea, fariseo, miembro del Sanedrín y discípulo oculto de Jesús, que pidió permiso oficial a Pilatos para bajarlo de la cruz, lavarlo con aceites y esencias, envolverlo en un lienzo y llevarlo a una sepultura de su propiedad, excavada en la roca, que nunca había sido usada. 
Por último, como el Sanedrín conocía perfectamente las enseñanzas de Jesús, temían que sus seguidores, durante la noche, abrieran la sepultura y se llevaran el cuerpo de su Maestro para luego proclamar que había resucitado. Por este motivo, solicitan a Pilato el sellamiento de la piedra que cerraba el sepulcro, además de pedirle un cuerpo de guardia a la entrada del mismo para su custodia. 
Sin embargo, todas estas «precauciones» no fueron obstáculo para que la Gloria de la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo se produjera al amanecer del tercer día, como el mismo Jesús había profetizado.

6. Reflexiones sobre la Pasión de Cristo
Este fascinante relato, debido a su extraordinaria trascendencia, puede suscitar en el lector preguntas debido a algunos hechos que pueden parecer contradictorios. Veamos algunas de estas posibles interrogantes:
¿POR QUÉ PERMITIÓ DIOS LA MUERTE DE SU PROPIO Y AMADO HIJO?
Por Amor hacia nosotros. Para la redención de nuestros pecados. Para nuestra salvación, pues hubiera sido imposible conseguirla por nuestros propios medios.
¿POR QUÉ POR MUERTE DE CRUZ?
La muerte en la cruz era –y sigue siendo en algunos países orientales– una ejecución y tortura de máxima humillación y abandono (muerte lenta, cruel, horrible y pública). Dios elige esta muerte ignominiosa como símbolo del sacrificio supremo de amor por los demás y para enseñar que el camino del cristiano es un camino de cruz: «Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga.» (Mt 16,24).
¿CUÁL ES EL SENTIDO DEL DOLOR?
El cristiano no busca el dolor, pero cuando se enfrenta a él, éste cobra sentido si se une ese dolor al de Cristo: «Cristo padeció por vosotros, dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas». (1Pe 2,21)
«Los cristianos tenemos el deber de mitigar el dolor de los demás en el mundo y aceptar de buen grado el propio. De esta manera, el dolor humano se hace uno con el amor del Redentor surgiendo de ello una fuerza divina que transforma el mundo hacia el bien». (99, YOUCAT)
¿QUIÉNES FUERON LOS CULPABLES DE LA MUERTE DE CRISTO?
La respuesta fácil a esta pregunta, naturalmente, sería: los judíos. Pero, ¿de verdad creemos que los judíos fueron los culpables de la muerte de nuestro Señor Jesucristo? La verdadera realidad es que todos nosotros –la humanidad pasada, presente y futura– somos culpables de la Pasión y muerte de Jesucristo, pues fue el pago, la cancelación de la nota de cargo al Padre por nuestros pecados –pasados, presentes y futuros–.


7. Reflexión YOUCAT
«Dios no ha venido a impedir el dolor. Ni siquiera ha venido para explicarlo, sino que ha venido a llenarlo con su presencia.»

PAUL CLAUDEL 

(1868-1955) 
Dramaturgo, poeta y ensayista francés

8. Lecturas complementarias
  • SANTA BIBLIA: Mt 17,5; 16,21; 17,22-23; 20,18-19; 26,17-19; 26,26-28; Lc 9,28-36; 22,7-13; 22,15-20; Mc 9,2-10; 14,12-15; Jn 13,3-5.
  • COMPENDIO DE LA IGLESIA CATÓLICA: 112-124
  • YOUCAT: 93-103