1. Creo en Jesucristo, Hijo único de Dios
Seguimos con la explicación del símbolo de la fe Niceno-Constantinopolitano. En entradas anteriores hemos visto los aspectos más relevantes de la Primera Persona de la Santísima Trinidad, ahora comenzamos a profundizar en lo más significativo de la Segunda Persona.
La «Buena Nueva»
Hay un término entre los cristianos que utilizamos constantemente: «Evangelio». Posiblemente, y en el mayor número de ocasiones, en referencia a los libros contenidos en el Nuevo Testamento. Sin embargo, su significado tiene una connotación más profunda. La palabra «evangelio» deriva del griego «ευαγγέλιο [euaggélion]» y significa literalmente «buen anuncio», «buena noticia». Era utilizada cuando un mensajero traía una buena noticia de otros lugares.
Para los cristianos la «Buena Nueva» es el anuncio del «kerigma», es el primer anuncio de las verdades de la fe, es decir, el centro de la fe cristiana. Los discípulos, tras la muerte de Jesús, salieron por las ciudades y poblados anunciando el kerigma del Reino de Dios que, en las Escrituras, se resume así: Jesús de Nazaret murió, resucitó y fue exaltado a la derecha de Dios Padre.
Entre los apóstoles, san Pablo es llamado muchas veces el gran misionero kerigmático, ya que él supo más que nadie proponer las bases del Evangelio y el nombre de Jesús a muchos pueblos y muchas culturas diferentes. El kerigma cristiano consiste en la presentación de Jesús con su tres grandes títulos: Salvador, Señor y Mesías.
Así pues, la «Buena Nueva» contenida en el Evangelio es la mejor noticia del mundo, porque testimonian que Jesús de Nazaret, judío nacido en Belén es el «Hijo del Dios vivo» (Mt 16,16), hecho hombre, que fue enviado por el Padre para que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.
Difusión evangélica
Desde un primer momento, como ya hemos visto, los discípulos de Jesús desearon ardientemente anunciar a Cristo, a fin de llevar a todos los hombres a la fe en Él. También hoy, el deseo de evangelizar y catequizar, es decir, de revelar en la persona de Cristo todo el designio de Dios, y de poner a la humanidad en comunión con Jesús, nace de ese conocimiento amoroso de Cristo. (Compendio CIC, 80)
2. «Creo en Jesucristo, su único hijo, nuestro Señor...»
Jesucristo, significado
Antes de proseguir, vamos a estudiar el significado del término «Jesucristo» compuesto por «Jesús» y «Cristo».
El nombre «Jesús» significa «Dios salva».
El término «Cristo» (en griego) y Mesías (en hebreo) significan lo mismo, es decir, «Ungido».
Por lo tanto, Jesucristo, es el Mesías, el Elegido, ungido por el Espíritu Santo para su misión redentora.
Jesucristo, Unigénito
Son muchos los pasajes donde el Evangelio nos habla de Jesús como el Hijo Único de Dios, veamos alguno de ellos: Bautismo en el Jordán: «Este es mi hijo, en quien me complazco» (Mt 3,17); Transfiguración en el Tabor: «Este es mi Hijo, el amado, en quien me complazco. Escuchadlo» (Mt 17,15); «Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito» (Jn 3,16)
…nuestro Señor…
«Señor» en el Antiguo Testamento es una denominación reservada para dirigirse a Dios. «Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor” y decís bien, porque lo soy» (Jn 13,13). Además, fueron numerosísimos los signos –los milagros, las curaciones, los prodigios...–, (milagros, curaciones…), su Enseñanza –«...estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad y no como los escribas.» (Mt 1,22), su gloriosa Resurrección, todo ello son señas inequívocas de divinidad, por eso Jesucristo es Nuestro Señor.
3. «…y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen,…»
Hemos de entender la «Encarnación» como el Misterio de la unión admirable de la naturaleza divina y la naturaleza humana de Jesús en la única persona divina del Verbo (2ª Persona de la Santísima Trinidad).
Pero, ¿porqué se encarnó Dios?, es decir, ¿por qué se rebajó a la condición humana? «Por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación, bajó del cielo», para hacernos posible la reconciliación con el Padre.
¿Porqué se encarnó en una virgen, María? Se necesitaba un recipiente puro, para recibir a lo más puro, por ello, Dios preservó a María del pecado desde su concepción, lo que se denomina como su Inmaculada Concepción, y además concibió a Jesús por el poder del Espíritu Santo, sin concurso de varón), por lo que fue siempre Virgen –antes, durante y después del parto– y Madre de Dios. ¿Y madre nuestra? También, porque Cristo nos la dio como madre: «Mujer ahí tienes a tu hijo».«Ahí tienes a tu madre» (Jn 19, 26b-27a).
4. Verdadero Dios y Verdadero Hombre
En Jesús, Dios se ha hecho realmente uno de nosotros y con ello nuestro hermano; pero no por ello dejó de ser a la vez Dios y por tanto nuestro Señor. El Concilio de Calcedonia, celebrado en 451, declaró que la divinidad y la humanidad están unidas entre sí en la única persona de Jesucristo «sin confusión ni división» (77, YOUCAT). Es decir, que Jesús es cosubstancial con el Padre desde su Divinidad, y cosubstancial con nosotros desde su Humanidad (Compendio CIC, 88), «en todo semejante a nosotros excepto en el pecado» (Hb 4,15).
5. Nacimiento e infancia de Jesús
En este apartado repasaremos los momentos más destacables del Evangelio sobre las circunstancias que rodearon el nacimiento y la infancia de Jesús. Y para ello utilizaremos alternativamente los evangelios de San Lucas y San Mateo que es en los únicos donde se hace referencia a esta primera etapa de la vida de Jesús.
Anunciación de María
«En el mes sexto, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: "Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo". Ella se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le dijo: "No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin". Y María dijo al ángel: "¿Cómo será eso, pues no conozco varón?". El ángel le contestó: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios. También tu pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible". María contestó: "He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra". Y el ángel se retiró (Lc 1,26-38).
La visitación a su prima Isabel
«En aquellos mismos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel de Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó: "¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá". María dijo (Magnificat): "Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humildad de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia —como lo había prometido a nuestros padres— en favor de Abrahán y su descendencia por siempre". María se quedó con ella unos tres meses y volvió a su casa.» (Lc 1, 39-56).
Nacimiento en Belén
«Y tú, Belén Efratá, pequeña entre los clanes de Judá, de ti voy a sacar al que ha de gobernar Israel» (Mi 5,2).
«Sucedió en aquellos días que salió un decreto del emperador Augusto, ordenando que se empadronase todo el Imperio. Este primer empadronamiento se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. Y todos iban a empadronarse, cada cual a su ciudad. También José, por ser de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama Belén, en Judea, para empadronarse con su esposa María, que estaba encinta. Y sucedió que, mientras estaban allí, le llegó a ella el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada. En aquella misma región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño. De repente un ángel del Señor se les presentó; la gloria del Señor los envolvió de claridad, y se llenaron de gran temor. El ángel les dijo: "No temáis, os anuncio una buena noticia que será de gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre". De pronto, en torno al ángel, apareció una legión del ejército celestial, que alababa a Dios diciendo: "Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad". Y sucedió que, cuando los ángeles se marcharon al cielo, los pastores se decían unos a otros: "Vayamos, pues, a Belén, y veamos lo que ha sucedido y que el Señor nos ha comunicado". Fueron corriendo y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores. María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.» (Lc 2,1-20).
Adoración de los Magos
«Habiendo nacido Jesús en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: "¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo". Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó y toda Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías."Ellos le contestaron: «En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta: 'Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ni mucho menos la última de las poblaciones de Judá, pues de ti saldrá un jefe que pastoreará a mi pueblo Israel'". Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles: "Id y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo". Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino y, de pronto, la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se retiraron a su tierra por otro camino.» (Mt 2,1-15).
Profecía de Simeón
«Cuando se cumplieron los días de su purificación, según la ley de Moisés, lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: "Todo varón primogénito será consagrado al Señor", y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: "un par de tórtolas o dos pichones". Había entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo estaba con él. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Y cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo acostumbrado según la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: "Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel". Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: "Este ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; y será como un signo de contradicción —y a ti misma una espada te traspasará el alma—, para que se pongan de manifiesto los pensamientos de muchos corazones."»(Lc 2,22-35) .
Huida a Egipto
«Cuando ellos (los magos) se retiraron, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: "Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo". José se levantó, tomó al niño y a su madre, de noche, se fue a Egipto y se quedó hasta la muerte de Herodes para que se cumpliese lo que dijo el Señor por medio del profeta: "De Egipto llamé a mi hijo". Al verse burlado por los magos, Herodes montó en cólera y mandó matar a todos los niños de dos años para abajo, en Belén y sus alrededores, calculando el tiempo por lo que había averiguado de los magos. Entonces se cumplió lo dicho por medio del profeta Jeremías: "Un grito se oye en Ramá, llanto y lamentos grandes; es Raquel que llora por sus hijos y rehúsa el consuelo, porque ya no viven". Cuando murió Herodes, el ángel del Señor se apareció de nuevo en sueños a José en Egipto y le dijo: "Levántate, coge al niño y a su madre y vuelve a la tierra de Israel, porque han muerto los que atentaban contra la vida del niño". Se levantó, tomó al niño y a su madre y volvió a la tierra de Israel. Pero al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea como sucesor de su padre Herodes tuvo miedo de ir allá. Y avisado en sueños se retiró a Galilea y se estableció en una ciudad llamada Nazaret. Así se cumplió lo dicho por medio de los profetas, que se llamaría nazareno.»(Mt 2,13-23).
Infancia en Nazaret
«El niño, por su parte, iba creciendo y robusteciéndose, lleno de sabiduría; y la gracia de Dios estaba con él. Sus padres solían ir cada año a Jerusalén por la fiesta de la Pascua. Cuando cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres. Estos, creyendo que estaba en la caravana, anduvieron el camino de un día y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén buscándolo. Y sucedió que, a los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba. Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre: "Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados". Él les contestó: "¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?". Pero ellos no comprendieron lo que les dijo. Él bajó con ellos y fue a Nazaret y estaba sujeto a ellos. Su madre conservaba todo esto en su corazón. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres.» (Lc 40,52).
Vida oculta de Jesús
Durante su vida oculta en Nazaret, Jesús permaneció en el silencio de una existencia ordinaria . Nos permite así entrar en comunión con Él en la santidad de una vida cotidiana, hecha de oración, sencillez, trabajo y amor familiar. La sumisión a María y a José, su padre legal, es imagen de la obediencia filial de Jesús al Padre. María y José, con su fe, acogen el Misterio de Jesús, aunque no siempre lo comprendan (Compendio CIC, 104).
6. Reflexión YOUCAT
LEE EL SIGUIENTE TEXTO Y MEDITA SOBRE ÉL PARA, POSTERIORMENTE COMPARTIR TUS REFELXIONES.
«Habla de Cristo cuando te pregunten por Él. ¡Pero vive de tal modo que te pregunten por Él!»
PAUL CLAUDEL (1868-1955)
Poeta y dramaturgo francés
7. Lecturas complementarias recomendadas
- SANTA BIBLIA: Mt 1, 21; Jn 1,1-18; Lc 1, 26-38; Lc 2,51-52
- CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA: 422-511
- YOUCAT: 71-86
8. Cuestionario para valorar la comprensión del tema